A todas mis musas,
GRACIAS.
Las
musas han venido esta noche a visitarme (llevan acompañándome gran
parte del día de hoy.) Quieren que saque algo y lo inmortalice entre
estas líneas. Aún no sé de qué va el tema, pero me dejo llevar. Me
susurran que es importante, que lo comparta. Y yo, fluyo.
Mis
dedos bailan a su son mientras teclean sin sentido estas palabras que de
aquí a unos minutos leeré dudando de si realmente lo he escrito yo o
si, como tantas otras veces, han sido ellas quienes a través de mí se
manifestaron para enseñarme algo que ya sabía pero que, en este momento,
necesitaba recordar, leyendo.
Agudizo el oído y me hablan de la enajenación. Del teatro.
Del quehacer diario. De despertar, vestirse, vivir o hacer el amago,
disfrutar, sufrir, dormir. De despertar otra vez. De aguantar. De
sobrevivir. De respirar mientras el ciclo sigue su curso. -El circo
anuncia su show-. De este anfiteatro ancestral donde personajes y
escenarios cambian mientras la historia se repite en cada unx de
nosotrxs, día tras día, año tras año, siglo tras siglo. Del eterno
morir-renacer-morir. Del infinito buscar-encontrar-buscar. Del BUCLE.
Me
dicen al oído que en este esperpento que llamamos vida muchas personas
caminan muertas. Muertas en vida. Paradojas. Que mientras el sol sale y
se pone miles de seres se mueven (nos movemos) al compás de la nada, en
ciudades llenas de zombies con alma, entre ojos apagados por llamas de
rutina, entre mugre enferma encarnada, entre energías malditas, entre
daño engendrado a diario por un entorno que no nos satisface, que no nos
acuna, que nos empuja contranatura.
También me hablan
de desesperación, de deshumanización, de asesinatos, de desigualdad, de
injusticia, de llanto, de suicidio. Prosiguen colándose entre mis
hemisferios para unirse a mis cisuras y recorrerme desde dentro del
cerebro, gritándome que la obra tiene un final inconcluso, que no
es el fin, que hay opciones de mejorar con ayuda de buenxs guionistas.
Me dan fuerza, me alientan a la insurgencia, a la lucha, me tatúan en el
alma que no todo está perdido, me recuerdan que no nos podemos dejar
vencer.
Estas musas saben escoger muy bien el momento
del susurro. Son mágicas. Imperceptibles para los oídos cerrados, pero
vitales para las mentes abiertas. Llegan en cualquier ocasión, de día,
de camino al trabajo, en el cuarto de baño, mientras oyes música. A
veces son inoportunas y te entretienen en medio de una conversación con
otras personas, dándote un soplo de aire que te recuerda lo vivx que
sigues en medio del trampantojo vital. Algunas, traviesas, vienen justo
antes de acostarte, te quitan el sueño con sus devaneos y te regalan un
par de ojeras para el día siguiente. En otras ocasiones, se aposentan en
tu ser y pueden estar horas o incluso días rondándote, hasta darte lo
que necesitas. Unas llegan en forma de animal a tu vida cuando es
preciso, y se quedan para siempre contigo, recordándote cada vez que lo
miras que la vida tiene sentido. Otras, son musas hechas personas, te
las encuentras en un momento inesperado y la magia ocurre. Sabes cuando
llegan, porque no pasan desapercibidas: cuando te buscan, las vives con
todos los sentidos. Las hueles, las oyes, las sientes, las saboreas, y
de alguna forma, también las ves. Nunca una visita de musa será en vano.
Por eso, cuando la soledad llena el entorno, cuando se toca fondo, cuando el día se viste de gris o de azuloscurocasinegro,
cuando la función teatral es desbordante, HAY QUE PARAR. Desconectar.
Oler. Escuchar. Sentir. Saborear. Mirar. Respirar. En el momento
indicado la magia llega y una musa te acompaña. Quizá por un minuto, quizá por una tarde,
quizá por una vida. Sólo un consejo: no hay que querer atraparlas, pues saben
volar.
Vienen, te soplan el alma, te guían.
Y se van.-
#LokuraTransitoria
-Alizia.-
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