sábado, 13 de febrero de 2016
El baile de las palabras.-
Son tiempos difíciles para las palabras.
Desde que nos levantamos las tenemos bailando en el cerebro, desordenadas, letras, letras, letras.
Pensamientos con letras. Palabras pensantes. Tan inofensiva una palabra y sin embargo tan poderosa.
Me gustan las palabras. Aprendí muy pronto a hablar y entré al colegio sabiendo leer y escribir palabras sencillas. Cuando estaba en "parvulitos" solía anotar palabras por todas partes, mesas, gomas de borrar, cuadernos, libros. Recuerdo un estuche de tela rosa y lila de "Cuca Dolls" que acabó sin un mísero hueco libre, de todas las palabras que llegué a apuntar. Las anotaba por placer, porque se las escuchaba a las profesoras y no quería que se me olvidaran. Apuntaba palabras cotidianas pero nuevas para mí con pocos años: marioneta, gomaespuma, tintineo, angelical, despertador. Mi amor por las palabras era tal que mi único afán era no olvidarlas, conservarlas. Un día mi madre metió a la lavadora el mencionado estuche (daba pena verlo) y cuando lo ví limpio sentí lo que ahora de adulta sé que es la ansiedad: se me había borrado parte de mi tesoro almacenado con tanto fervor, parte del "libro" que había escrito con palabras sin asociar. Esto no podía volver a ocurrir, así que decidí empezar a Escribir.
Primero diarios, uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro. Con los años aprendí a separar lo personal de las cavilaciones, que anotaba en cuadernos. Escribir, escribir, escribir... para que nunca se borraran mis palabras. Porque si no se borraban mis palabras no se borrarían mis pensamientos. Y entonces me convertiría en inmortal. Escribía sobre todo por la necesidad impulsiva de limpiar mi cabeza, pero también lo hacía de forma secundaria para que mis palabras se pudieran recordar siempre, incluso cuando yo ya no existiera. Uno de mis afanes consistía en escribir algo que pasados muuuuchos años o siglos otras personas pudieran encontrar y sentir en su interior lo mismo que siento yo con palabras ajenas. Una identificación parsimoniosa, un sentido, un alma bailando al son de las palabras de quienes las emiten. Con esta idea intentaba entonces escribir un cuento o novela. Empezaba, seguía, pasaban dos días y me cansaba. Más tarde intenté escribir poesía buscando palabras que rimaran unas con otras... pero sólo salían nimiedades, debido en parte a que con ocho años la única rima que conocía era la consonante. Entonces un día de los que hablaba al principio, de esos donde te despiertas con las palabras bailando desordenadas por el cerebro, me levanté y plasmé parte de mis pensamientos de ese momento en la hoja de cuadritos. Pensamientos inconexos, como un brainstorming interior. Y las palabras fluían. (FLUIR, qué hermosa palabra.)
Así comenzó el baile que más me gusta.
Desde entonces he llenado cuadernos, carpetas, folios, hojas recicladas, paredes, pizarras, blogs, y redes sociales con palabras. Palabras que bailan la música de la vida. Palabras que me guardo y palabras que publico. Palabras con sentido y palabras insensatas. Palabras que laten y palabras ininteligibles. Palabras con las que puedo dar vida y palabras con las que puedo matar. Palabras que regalan el sentido del mundo y palabras que lo arrebatan. Palabras para tener orgasmos mentales y palabras para suicidar.
No subestiméis el poder de las palabras Corren tiempos difíciles para ellas, ayudemos a que no desaparezcan. Escribamos, hablemos, dialoguemos, debatamos, cantemos, bailemos. Sobre todo bailemos, bailemos con ellas. Porque una vez que la palabra toma tu mano, la relación es inmortal.-
Alizia.-
#LokuraTransitoria
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